miércoles, 18 de febrero de 2009

Emre

Emre dice que odia Turquía mientras aspira otra calada del enésimo cigarillo. Concentra todas tus energías en acabar su carrera para irse del país, "no sé, a Europa, a España quizás o a Inglaterra por el idioma". Hace unos años Emre pasó el verano en Estados Unidos y desde entonces vive más pendiente de youtube que de las decenas de cadenas de televisión turcas que se sintonizan en la enorme pantalla de plasma del salón de sus padres, presidido por un retrato de Atatürk vestido de frac. Dice que está harto de ver su país navegar entre el nacionalismo y el conservadurismo religioso.
Me ofrece una cerveza pero asegura que es mejor que la tomemos en casa ya que en Konya, la ciudad donde nació y viven sus padres, los hombres de buena reputación no suelen ir al bar y mucho menos las mujeres. Sin embargo, es la ciudad turca donde más alcohol se consume según algunos rankings, lo que parece creible a juzgar por la cantidad de licorerias que se pueden encontrar, donde te envuelven las latas de cerveza o botellas en papel de periódico y luego en dos bolsas negras completamente opacas. Sus padres, que se declaran "liberales" y "prooccidentales"consienten conque se consuma alcohol en su casa aunque debemos retirarnos a otro cuarto.
Esa noche asistimos al Festival Mevlana en honor del fundador de la orden de los derviches giróvagos que se celebra en un pabellón especialmente construido para estos famosos encuentros anuales a los que concurre gran cantidad de fieles además de algunos curiosos. Emre observa divertido nuestra emoción y asiste con indiferencia y frialdad al espectáculo. Sin embargo, en la solemne oración con la que el maestro de la orden concluye la exhibición, veo de reojo como acerca las palmas de las manos a su cara en señal de recogimiento dejando al descubierto la cara interna de una de sus muñecas donde recientemente se tatuó la firma de Atatürk.