Adivinen quiénes son las intrusas
En este conservador rincón del este de Turquía resulta muy difícil calcular qué porcentaje de mujeres llevan el tan traido y llevado hiyab. La misma calle principal que por la mañana del sábado está plagada de mujeres cubiertas, presenta decenas de melenas al viento esa misma tarde camino de los pubs de moda. En la universidad sin embargo, el asunto está resuelto. Al ser Turquía una República laica, las manifestaciones religiosas están prohibidas dentro de las instituciones públicas con lo que los pañuelos deben desaparecer en cuanto se atraviesa el umbral (siempre bien señalado) del campus. A pesar de ello, ya he visto algún caso de alumna que cubre su pañuelo con una peluca. Resulta habitual observar en el abarrotado autobús desde el campus al centro de la ciudad, al final de las clases, como, una vez dejado traspasado el umbral, decenas de muchachas sacan de sus bolsos o macutos escolares las distintas piezas de las que se compone el tocado. Primero un gorrito que mantenga el flequillo en su sitio y no permita que asome ni un solo pelo. A continuación, un pañuelo de seda generalmente de alegres colores combinado con el resto del atuendo y fijado mediante preciosas alfileres con cabeza de color. El proceso requiere cierta destreza para conseguir un efecto vaporoso y alguna incluso se ayuda de la pantalla de su teléfono móvil de última generación a modo de espejo. A continuación, un retoque de maquillaje con toda coquetería y listas!. Se apean del autobús cumpliendo los preceptos de su religión, no sin antes dirigir una mirada llena de lástima a mi pelo corto sin gracia.
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